La Cultura de la Perfección

"La perfección pertenece a las cosas que se narran, no a las que se viven"

Título de investigación de Barbosa M. y Kupperman D.


Hace unos meses hablaba con un paciente sobre "el plan perfecto" y la frase con la que inicia esta entrada es el resumen más acertado de eso que hablamos, pues definitivamente es más fácil hablar de lo perfecto en un discurso narrativo de un suceso que realmente sentir la perfección en las experiencias que vivimos. Esto se debe a que en el fuego de la experiencia cuando queremos llegar a la perfección, estamos viviendo a partir de los ideales y de la competencia.

Cuando menciono la competencia es importante aclarar que no me refiero a una "competencia natural" o la evolución (donde las especies aparentemente "compiten" para demostrar cuál será la más fuerte que sobreviva), sino una competencia social, la cual nació a partir de que el ser humano se volvió un ser de cultura. 

Entonces, es preciso empezar por aclarar a qué nos referimos al hablar de cultura; la cual incluye el conjunto de creencias, costumbres y tradiciones que los seres humanos van estableciendo en sus grupos y, que a partir de ellas, determinarán la forma en que ese ser humano conoce, interpreta y aprende en el mundo. Es decir, la cultura se vuelven los lentes con los que vemos al mundo, por lo tanto, aquello que consideremos PERFECTO tendrá una relación directa con aquello estipulado por la cultura en que vivimos, y se referirá a esos ideales y estándares que la cultura ha impuesto a la sociedad como una forma de "vivir mejor". 

Por lo tanto, si volvemos al tema de la competencia social, podemos darnos cuenta que en los seres humanos no se trata de que yo tenga mayor fuerza para buscar las nueces de un árbol y cómo mis características físicas, sensoriales y mentales me permiten lograrlo para no morir; sino que esta supervivencia del más fuerte o competencia ya tiene una interpretación diferente, pues el ser humano va a interpretar sus características físicas, mentales y emocionales para poder lograr esos ideales de mejor manera que los otros; siguiendo con el ejemplo de la ardilla, yo no sólo voy a hacer las cosas que me son posibles por mis características, sino que yo sere consciente de esas características y por ejemplo, diré soy más pequeña que los demás y eso me hace sentir mal emocionalmente y me genera tristeza y vivo pensando que siempre tendré menos posibilidades y por lo tanto debo trabajar más. Y es aquí donde empiezo a compararme con otros, y decido hacerme más o menos, o decido actuar más o menos.  

¿Te das cuenta como la perfección sólo es una narración, un discurso, un ideal impuesto por nuestra cultura? 

Pero alto, no juzgues lo que hasta ahora hemos dicho, si bien la competencia y la perfección son un resultado de la cultura, no está ni bien ni mal, estos ideales se crearon con un objetivo: el de guardar el orden y el espíritu de grupo. Y puede pasar que al leer las líneas anteriores me digas pero cómo no voy a juzgar si me hace enojar o me da tristeza ver lo atados que vivimos a los preceptos de otras personas que, en muchas ocasiones, ni conocimos; pero, es importante no caer en el victimismo, pues entonces seguimos en el mismo discurso de la competencia y la perfección, dejando estos ideales como algo imposible.

Aquí entonces es de vital importancia recordar lo que Sigmund Freud desde 1930 nos dijo: la cultura es incómoda y en muchos casos puede generar mucho malestar, pero que todo depende de la INTERPRETACIÓN que nosotros le demos y cómo expresemos esa forma de ver la vida en nuestra propia existencia. Incluso, llega a decir que "se descubrió que el ser humano se vuelve neurótico porque no puede soportar la medida de frustración que la sociedad le impone en arras de sus ideales culturales" (Freud, 1998). Y justo de eso hablaba con mi paciente pues el estar tratando de elegir en un mundo que te da peras pero que te exige un pastel de manzana puede llegar a ser demasiado frustrante, y más si estás eligiendo carrera, pues la sociedad te ha enseñado que debes de trabajar en algo que te permita subsistir económicamente y vivir de manera acomodada pero a la vez te da habilidades e intereses en cosas que no sabes si cuatro años después podrás hacer de manera remunerada. O también puede suceder al elegir un escenario laboral u ocupacional pues a lo mejor me da un trabajo excelentemente pagado donde mi situación familiar y de salud decrece y otro que amo pero no me paga lo suficiente. Frustración por todos lados.

¿Y así vivieremos toda la vida? Sí y no, como dice Julio Nejamkins esto es la “enfermedad de idealidad” como la llamó Chasseguet-Smirgel. "La evolución humana en su conjunto brota de “la nostalgia de un paraíso perdido”; todos nosotros “estamos siempre en busca del tiempo perdido” (Nejamkins, 2014). Todos vivimos soñando en lograr o recuperar ese momento de omnipotencia y unidad que tuvimos al ser bebés, no nos sentíamos separados de otro porque al llorar recibíamos lo que necesitabamos: comida, atención, calor. Y aquí entra nuestra elección, vivimos en la nostalgia y la pelea frustrante de recuperar lo perdido o tomamos lo que tenemos y avanzamos para así encontrar lo perfecto de la imperfección o la imperfección de lo perfecto.

Entonces, si yo quiero correr un maratón en 1 hora, debo de abrirme a las posibilidades que genera el ser un maratonista, no esperar que porque yo lo digo sucederá (omnipotencia), y que no habrá quién sea mejor que yo (unidad), porque entonces me niego a mi como quien soy y niego a los otros en quienes son ellos. Si quiero correr un maratón en 1 hora debo conocer mis características y entonces elegir qué puedo hacer con ellas en el tiempo de entrenamiento para lograr mi meta, pero si en el transcurso no lo logro, no implica que no sea bueno para ello o que no sea perfecto, sino que no estoy pudiendo reconocerme en lo que estoy viviendo, no estoy viviendo el proceso de ser yo queriendo ser maratonista sino que sólo estoy añorando correr el maratón en una hora, y por lo tanto, vivo frustrado.

Al elegir reconociendo las perfectas características que se te fueron dadas naturalmente y que has entrenado a lo largo de tu vida y sobre todo al elegir reconociendo que una elección no es el fin sino el proceso tu vida podrá tener menos tintes de frustración o de caminos que quieran acortar lo que es preciso vivir para poder llegar a la meta.

Por lo tanto, reconocernos y aceptarnos facilita nuestras elecciones, pero sobretodo facilita los procesos, esos periodos de espera o de simplemente VIVIR. Entender que la perfección es sólo un cuento, una narración y por lo tanto experimentar nuestra vida desde nuestras propias posibilidades nos permite elegir mejor y experimentar los procesos que esas elecciones traerán a nuestra vida, pues recuerda, una elección es un paso en el proceso que es la vida, no una meta.

Y tú, ¿qué tan dispuesta, dispuesto o dispuete estás a renunciar a la perfección?


Bibliografía

Barbosa M. y Kupperman D. (2018). "La perfección pertenece a las cosas que se narran, no a las que se viven": Elaboración y Sublimación en la obra de Primo-Levi. Analytica [online], vol.7, n.13, pp. 218-237. Recuperado el 12 de enero de 2022 de http://pepsic.bvsalud.org/scielo.php?pid=S2316-51972018000200007&script=sci_abstract&tlng=es

Freud, S. (1998). Obras Completas. Tomo XXI: El malestar de la cultura. 6a reimpresión de la edición en castellano. Argentina.

Nejamkins, J. (Marzo 2014). Del sufrimiento que el psicoanálisis alivia y de las satisfacciones que posibilita. Psicoanálisis Ayer y Hoy, revista digital. Número 10. Recuperado el 12 de enero de 2022 de https://www.elpsicoanalisis.org.ar/nota/del-sufrimiento-que-el-psicoanalisis-alivia-y-las-satisfacciones-que-posibilita-julio-nejamkis/


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